Mentira

Es una completa mentira eso de que "no estás, no soy". Por supuesto que soy. Fui siempre y seguiré siendo independientemente de que estés acá o no. La gente dice eso (ya ni siquiera saben de dónde salió esa frase verbal) para indicar que alguien le hace falta. Que extraña, que se siente incomplete. 
Pero sin embargo la vida sigue. Sin embargo cada mañana todos nos levantamos y hacemos lo que tenemos que hacer durante el día y vos no estás, de la misma forma que no estuviste la semana, el mes, el año, la vida pasada. ¿Y se supone que tengo que no ser porque no estés? Pero si vos estás, ¡y tu existencia es completa! ¡Y si a mi me faltás o sobrás, te es indiferente! ¿Cómo la gente puede esperar que me condene a mí misma a una vida incompleta? Si seguimos respirando y con la consciencia despierta aunque alguien no esté. Además, los vacíos, siempre, siempre se llenan.
Todo lo que no aprendí con vos, lo aprendí con alguien más. Toda la magia con la que experimenté, lo hice en compañía de alguien más. Las enseñanzas tienen que llegar, el amor tiene que llegar, los hijos tienen que llegar, y van a buscar hacerlo de la forma que sea. 
Si es más importante la magia de la Tierra que de lo Oculto, llegará a ella, y viceversa.
Si es más importante la madre que el padre, siempre buscará llegar a este mundo por ella, y viceversa.
Si lo importante es combatir con los fantasmas espíritus seres interdimensionales monstruos poltergeists, alguien más será el segundo espadachín.

Es una completa mentira eso de que "no estás, no soy". Por supuesto que somos. Sólo que a veces somos egoístas y queremos que la vida pase junto a alguien en concreto, y nadie más que ése sujeto. Atravesamos una vida entera de aprendizajes, amigos, trabajos, amores, misiones, odios, ascensos. Cada existencia en sí misma es completa.
Por supuesto que soy. Y lo seguiré siendo. Y detesto no poder cortar tu hilo, tan tirante de tan lejos, 10 metros bajo tierra, y por arriba del cielo, y por el medio del océano, esparcido entre las montañas y la nieve.

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¿Quién osa perturbar mi mente onírica? ¿Quién tiene el descaro de colarse en mi mundo, entrar desde el cielo y esconderse en la tierra? ¿Quién posee la desfachatez de controlar mi mente, mi mundo, mis acciones?
¿Quién comete el crimen de hacerse aire y darme la mano? Cuando en la habitación no hay más nadie, y mis ilusiones se hacen humo.
¿Quién me mira a los ojos desde las sombras y pretende que se me borre la memoria?

Nadie. Creo.
Porque no sos vos, es alguien muy parecido que mi cabeza creó para salvarme del abismo.
No existís, no existe, es lo mismo.
Te inventé porque eras la única protección posible.

Recuerdo

¿Me vas a extrañar cuando me muera?

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Me pregunto:
¿Adónde van los pájaros cuando llueve?
¿Dormirán de noche?

Pequeño cuento insomne sobre la locura

Me pregunto cuándo decide una persona que está loca. Cuándo la fantasía inocente se convierte en enfermedad mental y hay que hacer algo al respecto. A lo mejor las personas viven locas toda su vida y nadie se entera. No es necesario babear y escuchar voces. Esas cosas ya son efectos especiales.
Más de una vez he querido empezar terapia. Siempre encuentro novecientas noventa y nueve razones por las que debería ir; pero cuando empieza la búsqueda del profesional más barato y me recomiendan gente, me olvido repentinamente de mis razones y ya no sé para qué ir. Y no voy, si ya no tengo motivos.
Por otra parte, es difícil confiar en un extraño. Uno no puede llegar a una consulta psicológica o psiquiátrica y decir, así como así: "no te conozco, pero te contaré todo acerca de la vida privada de mi familia, acerca de mi vida sexual. ¡Si hasta puedo contarle mi más oscuras fantasías y revelar mis deseos de golpear la cabeza de mi madre contra una pared hasta que muera! Prepárese un café, abordaremos un viaje asombroso por mi psiquis."
Además, ¿cómo somos capaces de dejar el veredicto final sobre nuestro nivel de cordura a alguien así? Alguien que aprendió que si fuma o le gusta morder los lápices, seguramente tiene una fijación con algo no superado sobre la etapa oral (o algo así). Alguien que aprendió los mecanismos de la familia, pero la de hace más de cien años, cuando todavía era Sagrada Institución y el niño se criaba con un mínimo de treinta parientes (los más "cercanos") a su alrededor. ¡Alguien a quien le enseñaron que si de bebé lo limpiaban y bañaban mucho, de adulto tendrá problemas para defecar!
Creo que ellos están más locos que nosotros. Ellos, que aprenden que el noventa por ciento de la población fue abusado sexualmente en la más tierna infancia por algún pariente lejano, o bien un familiar se suicidó frente a sus ojos. Creo firmemente que los psicólogos y psiquiatras son bombas de tiempo. Mejor sería que nos analizara una máquina. Para ellos, todo tiene una explicación lógica y nada agradable, y no dejan lugar para la magia.

Creo que la única razón por la que no terminamos todos internados es porque todavía conservamos la capacidad de sentirnos únicos en el mundo. Pero no en un sentido bíblico, religioso, diverso o de ADN, sino en un sentido narcisista. Debería existir alguna fórmula que le baje el egocentrismo a la humanidad. Yo inventé una. Lea, querido lector, y siéntase identificado con lo que digo (usted y millones más):
"Yo soy único/ca en el mundo. Soy el único con un alma y mente terriblemente profundas en medio de este mar de superficialidades. Yo siento cosas que los demás no sienten, pienso cosas que nos demás no piensan, veo cosas que los demás no ven; y ésto es porque yo y sólo YO fui dotado con los mejores dones de la naturaleza, de la humanidad. Tengo un pasado o un secreto muy oscuros, que nadie entendería nunca, porque son cosas muy complejas y las personas a mi alrededor son demasiado estúpidas para comprenderlas.
Probablemente sea el mejor escritor / pintor / cantante / fotógrafo / bailarín / filósofo del mundo, soy un talento escondido y excepcional, me he comparado con otras personas, y a mi lado todos son mediocres.
Mi familia no me entiende, en mi escuela / trabajo / universidad soy un incomprendido. Sólo mis amigos pueden entenderme a veces, porque somos superiores, y creo que soy secretamente admirado por todos. Soy el mejor. Tengo una verdad que decir o demostrar, y sigo en el mundo por eso: porque aunque no sepa ni qué es mi verdad, algún día tendré que decirla o demostrarla, y le haré el favor a los demás de iluminarlos. Porque yo sé y los demás no."
Podrían hacerse folletos y repartirse por todo el mundo. Podría leerlo una persona, o diez, o mil, y sé que todos o casi todos se sentirán identificados con estas afirmaciones.
Es por eso que seguimos libres. Porque todos somos demasiado estúpidos. Como cada uno de nosotros  se cree superior, por lógica el resto de la humanidad se encuentra varios escalones más abajo. Imposible diagnosticar locura a millones y millones de personas.

Y yo, no sabiendo muy bien si me sigo creyendo superior o no, puedo decir que paso de estas afirmaciones, rescatando sólo dos, que creo esenciales: es totalmente cierto que cada persona es única en el mundo y que todos tenemos alguna verdad que decir. A eso le agrego que nuestra vida, o mejor dicho, nuestra existencia en todas sus formas, es una escalera de caracol que asciende. 
Todos somos únicos y es ésa diferencia la que nos hace a todos exactamente iguales. Excepto a los psicólogos, claro, que viven obsesionados con el deseo sexual a los cinco años.

Mis conclusiones sobre el cuento más viejo de la historia.

Baila el cuerpo como si no estuviera hecho de piel y hueso.
Las manos se mueven como imanes hacia eso que más las atrae.

αέρας, νερό, γη, φωτιά

αέρας es el canto. 
Es el abrazo de los espíritus cuando necesitamos consuelo.

νερό es la danza.
Va y viene sin raíces, nutriendo todo a su paso.

γη escribe la historia.
Da vida y da muerte, silenciosa espectadora de la evolución.

φωτιά es el arte.
Es la pasión y la locura, y da amor hasta consumirnos.

Así fue como me encontré a mí misma y a mis hermanos.
Tan ilógico como probable.

Qué podría decirte, que no sepas ya

¿Y si dejamos de hablar de muerte y nos preocupáramos por cosas más divertidas?
¿Y si dejamos de ser y ver gris y aceptamos que hasta la más profunda oscuridad tiene algo de encanto?
¿Y si mejor dejamos de luchar y atormentarnos con nuestros propios demonios y aprendemos a aceptarlos y controlarlos?

¿Por qué es la noche el momento en el que más sentimos la soledad?
¿Por qué algunos son capaces hasta de combatir dragones, pero temen decirle a una persona que la quieren? 
¿Por qué consideramos la muerte como el final, existiendo tantos muertos en vida?

¿A qué le tengo, le tienen, le tenés, tanto miedo?

Pero qué podría decirte, que no sepas ya.

Página 93

Siento que el mundo se desvanece, o se rompe. Siento que me desvanezco, o me rompo. 
Estás ahí, en eso que para mí es lo más importante que pueda existir sobre la Tierra, en mis botes salvavidas. Y yo me pregunto: ¿cómo llegaste hasta ahí? 
Siento que olés a tinta, y estás en cada historia que devoro. Paso las páginas esperando que no te vayas, y descubro que si te leo atentamente te quedarás ahí para siempre. 
Los libros respiran. Susurran sus historias.
Errado está quien deja que te cubras de polvo, de telas de araña. Pero no saben que estás ahí, porque sos invisible. Oculto entre las sombras, hay que amar cada letra del alfabeto y revivir cada secreto que se oculta entre líneas para encontrarte.
Sos algo que va y viene como las olas del mar. Vuelvo al lugar donde te descubrí y me doy cuenta de que ya no estás. Igual que cuando tu humor se oscurece invocás una tormenta torrencial, así vas mudando de cuerpo, cuerpo de papel, según cómo te sientas al día de hoy, y hay que saber de entre todos los libros del mundo en cuál vas a refugiarte esta vez. Si crecés, también mudás de género literario. Y así me voy enterando de todo lo que acontece en tu vida: en hojas impresas ayer o hace cincuenta años. 
Ya sé dónde estás y cómo estás. Ya sé qué sentís, y qué soñás. 
No importa lo que pase, vos siempre me encontrás. Y te trasladás hasta mi mundo de papel y tinta, para contarme de vos.

Y, si alguna vez, quisieras saber de mí, basta con buscarme en el mismo lugar. Ahí estuve y ahí estaré siempre, sumergida en un mundo en el que podés hundirte siempre que quieras, más real que la tierra bajo tus pies, y sin riesgo de salir lastimado.

¿Inocencia?

El hombre se levanta por la mañana y se mira al espejo. No hay nada en su cara diferente de otros días. Él es un tipo normal. Trabaja, le gusta leer, y alguno que otro programa de televisión.
Llega al trabajo, se cambia la ropa: el trabajo que nadie quiere pero necesario, se te gastan los huesos, se te atrofian los pulmones. Al mediodía, descubre que un muerto de hambre le robó el almuerzo, y se queda sin comer. Y al final de la jornada, le avisan que no habrá aumento, y que le descontaron cada llegada tarde.
Él es un tipo normal, escucha, no dice nada. "Así son las cosas", piensa.
Llega a su casa, se saca la mugre: algunas manchas de metal no se irán jamás de sus manos. Cuando sale, ve la mesa repleta de papeles: es su hija preparando materias para rendir. Hace semanas que no duerme, y él lo sabe. Siente orgullo.
Vuelve al trabajo. Sus compañeros se burlan de él: es un pobre perrito faldero. Pero él siempre agacha la cabeza, y nunca dice nada. ¿Qué va a decir? Si es una persona tranquila. Jamás se ofende. Siempre perdona.
Cuando termina el día, casi a medianoche, vuelve a su casa.
Descubre que las tazas del desayuno siguen en la pileta de la cocina, sucias. Entonces busca a la persona que no las lavó. "Hija de puta". Vuelan las hojas, vuelan los golpes, las tazas se rompen, y hasta la puerta queda media rota, en el intento de huida.

A la mañana siguiente, el hombre se levanta y se mira al espejo. No hay nada en su cara diferente de otros días. Él es un tipo normal. Trabaja, le gusta leer, y alguno que otro programa de televisión.
Pasa por encima el cuerpo tendido en el medio del living, y le dice que no se olvide de barrer la cerámica rota de las tazas. ¿Qué más va a decir? Si es una persona tranquila. Jamás se ofende.
Nunca perdona.

Tu mundo, el mío.
Una sola existencia.
Y esto es tan ilógico como probable.

Imágenes acústicas

El recuerdo se compone de algo más que una simple imagen, no es un video en movimiento y silencioso. Pero nunca nos damos cuenta. Sólo cuando sentimos el aroma a tierra mojada recordamos algo vivido años atrás, donde la tierra y la lluvia formaban parte de la situación. Y no antes.
Esos recuerdos, profundos, donde alguna sensación funciona como disparador, son los más hermosos y los más nostálgicos. Una daga invisible se clava en el corazón.

Hoy recordé algo. No fue algo en específico, fue toda una etapa de mi vida.
El cielo estaba oscuro y no se veía ninguna estrella. Un viento leve hacía soportable el calor. Se sentía el olor del pasto, de las flores. Había mucha gente, riendo, festejando.
Quise volver a ser una niña, correr entre la gente, jugando, sentir la brisa en el cuerpo y dar vueltas hasta que todo se convirtiera en un remolino de colores.
Pero esos tiempos jamás volverán.

Sesenta noches y cero días

Ya son sesenta las noches en las que te sueño. 
Esas noches estás conmigo, a mi lado, y eso es lo más maravilloso del mundo. ¡Cómo me gustaría que puedas acompañarme de esa forma en el mundo real! 
Pero en el mundo real no estás, de tu mundo y el mío no queda nada más que un poco de humo, un puñado de fantasías.
Muchas mañanas no me quiero despertar, gana más el deseo de volver a verte, vivo, aunque sea en otro mundo, en una realidad inventada.
¿Es mi cerebro el que te crea, o sos vos el que vuelve, de alguna manera, a mi lado? ¿Qué significan esos abrazos tan reales por las noches, pero que al amanecer se esfuman?

Ya no puedo abrazarte. Ya no puedo verte, ni hablarte, y es en vano buscarte. Se forma un nudo en la garganta cuando veo mis manos vacías.
Sólo me queda un pequeño consuelo al saber que, la próxima vez que cierre los ojos, vas a estar conmigo.

#Mariposas

Son mías, son como mis hijas.
No me las tragué: nacieron de mí y en mi interior se quedaron.
Son revoltosas mis mariposas; no importa la hora del día, ellas bailan y corren y gritan. Pero no lo hacen siempre. 
Cuando no están volando a velocidad de vértigo en mi interior, caen en un sueño profundo, y durante mucho tiempo no las siento.
Alguna despistada, alguna vez, mueve perezosamente un ala, y se van volviendo grises.
Hasta que creen que llegó la primavera, y despiertan.

#Baúl de los recuerdos 2

...Sacó una gran caja del armario, y sentándose en la cama, la abrió.
Adentro, había de todo: 
cartas viejas, infinidad de cartas,
plumas de diversos tamaños y colores,
fotos en el campo,
pasajes de los últimos tres años,
flores (ya secas) que nunca se había animado a tirar,
envoltorios de chocolates
excéntricos cordones de zapatillas,
auriculares rotos,
dibujos que le habían regalado,
invitaciones a eventos,
programas de teatro,
caracoles,
papelitos con anotaciones sueltas,
llaveros que ya no usaba,
pañuelos de colores,
recuerdos de fiestas,
lápices,
pulseras de tela,
cucharitas de plástico, de las heladerías,
avisos,
escarapelas,
etiquetas de cerveza,
un mazo de cartas muy incompleto,
cintas y broches.
Estuvo horas sacando todos los objetos, recordando el dónde, por qué, cómo, cuándo, para qué de cada uno; leyendo las cartas, casi todas incoherentes, refiriéndose a hechos olvidados de cinco y seis años atrás, totalmente inútiles, totalmente inocentes, totalmente hermosos.

Y cuando hubo terminado, se dio cuenta.
Años, años de recuerdos, viajes, juegos, actividades, encuentros, risas, aventuras.
Él no estuvo en ninguna.

#Crash...

...hace un día el alma, y ya no hay vuelta atrás. Las partes que la vida quiebra, rompe, destroza, no vuelven jamás. Con el tiempo, son reemplazadas.
Cuando se tienen muchos "crash" en una sola vida, la persona pierde su identidad. ¿Por qué? Porque todo eso que se era, los recuerdos, las luchas, las ambiciones, las alegrías, las tristezas, todo eso se va cuando una parte del alma se quiebra. Y pasa un tiempo neutro, en el que nada sucede, pero después volvemos a empezar. Nuevos recuerdos, nuevas metas, nuevas vidas. 
Pero pasa lo de siempre: otra vez ese crash.
Dicen los que saben que no podés avanzar hacia el futuro si no sos consciente de tu pasado. Pero el pasado se pierde, los orígenes se olvidan, y las personas quedan flotando, a la deriva.
Una vez tuve un crash tan, tan grande, tan fuerte, que perdí muchos recuerdos. Muchísimos. Tengo una amnesia que no se va. Y lo más importante: perdí los recuerdos que tenía de una persona. Me olvidé completamente de su existencia, de su nombre, de su todo. Cuando volví a verlo, cuando me dijo quién era, qué habíamos pasado juntos, cuando recién entrábamos a este mundo y abríamos los ojos, sentí como si volviera de un largo viaje. Y me di cuenta de que era otro.
Y de que yo, inevitablemente, también era otra.
Y así fue como, algo que era tan posible, se volvió imposible.

#Utopía.

Alza la mirada al Cielo y sus pupilas se empapan de estrellas. Aún queda en su interior algo del niño que supo ser. Lo miro de lejos mientras intento recordar cosas que no viví. Fantaseo con su esencia, ¿cuál será su sabor? Él debe tener gusto a noche cerrada, al pasto lleno de rocío, a infancia confusa. Debe de oler a miedo, por lo desconocido, por tener que vivir una vida normal, y a lluvia con truenos.
Él debe sentirse como una hoja seca cayendo suavemente del árbol hasta el suelo, siendo llevada por vientos musicales.
¿Cómo será su sonido? Seguro debe sonar como chicharras cantando en un patio abandonado, lleno de verde, sombras y secretos que sólo a una hora de siesta se pueden revelar. 
Debe ser... como un misterio saliendo a la luz.

Algo me dice que te estás despertando. Bienvenido. Te estoy esperando.

# Abajo


Estás mirando el atardecer. En tu mano, un mensaje, simple, que se repite constantemente en tu mente. Y nadie sabe lo que yo sé. Que esa simple oración es motivo de tus desvelos, que esa pregunta ronda por tu mente y causa que estés tardes enteras con la mente en blanco.
Ésa es la clave: la mente en blanco, no pensar. Y aunque te rías, aunque bailes, aunque estés con tus amigos discutiendo algo muy filosóficamente, igual queda un espacio en tu mente que no piensa, un espacio vacío, que se llena cuando vuelve a vos esa pregunta y entonces ronda por esa parte en blanco y la repetís internamente y no te deja dormir.
Sabés que el olvido no existe. Que la mente es traicionera y aunque pienses que enterraste algo o a alguien, siempre vuelve a la superficie. No, no existe el olvido. Simplemente existe la importancia que se le da a las cosas.
Y es eso lo que te lastima, saber que ya no sos importante, que la vida sigue pasando y aunque te levantes cada mañana y salgas al mundo, aunque sepas que ya no querés, ni amás, que a lo mejor nunca lo hiciste, duele pensar que alguien más está ahí, cerca o quizá lejos, y que ya no te piensa, ni te siente, ni te añora. No, el mensaje es verdadero. Pero parece que no.
Estás mirando el atardecer. El cigarrillo se consume solo, vos no le prestás atención, ni a eso ni a nada. Tu mente vuelve a ser un papel en blanco, sin márgenes, ni fecha, ni tiempo, ni nada.
Sólo añorás algo que nunca llegaste a conocer del todo.


“¿Cómo me voy a olvidar de vos?”

#Crónicas desde las sierras

Jueves 10 de enero de 2013
El jeep avanza por un camino pedregoso. Encima de nuestras cabezas, el Sol de las dos de la tarde invita a una gran aventura.
En los cerros no entra la tecnología. No te permiten lujos ni modas. Sólo un bastón como la más preciada posesión.
"El camino que recorrerán ahora se asemeja mucho al de sus vidas. De cómo suban o bajen, así se toman su existencia" nos había dicho el guía, un hombre mezcla de chamán y adivino, brujo de la tribu y guía espiritual. 
Esta tierra era sagrada para nuestros hermanos los comechingones. Cómo no serlo, pienso, de sagrado este lugar tiene todo: para donde miro se ve el amor de la Pachamama, rocas y flores se abrazan y conviven, los pastos que tanto nos ayudaban cuando el camino se ponía difícil bailaban al compás del viento.
Cuando estamos por llegar a nuestro destino, la cima del Cerro Colchiqui (o Charalqueta), el guía nos señala un punto en medio de los cerros. Nos cuenta que ahí se había escondido un gran grupo de comechingones cuando los españoles llegaron a estos lugares. Éstos últimos vieron cuando los alcanzaron, asombrados, cómo hombres, mujeres y niños se tiraban al vacío.
"Es que no querían ser más esclavos de los españoles, ni decirles dónde estaba el oro, por el que los torturaban. Ellos no se mataron; no hicieron como los suicidas de hoy, que terminan su vida porque seres oscuros los rodean: sólo se liberaron de su cuerpo, lo ofrendaron a la tierra de la que nacieron, y sus almas emprendieron el vuelo junto a los cóndores."
Una vez arriba, en la cima, mientras cantamos y hacemos una especie de adoración al Tata Inti, miro el vacío: vacío que no es vacío, porque hay vida en todos lados, que me llama, que me invita, como a nuestros antepasados, a abrir mis alas y volar. Y pienso, mientras me acarician los cuatro vientos, que me hubiera gustado ser comechingona, ser parte de algo donde no existe el "yo" sino el "nosotros". Que este lugar donde no existen horizontes me viera crecer, escalando y adorando al Sol y a la Madre Tierra. Me hubiera gustado defender este paraíso de los españoles, y al fin entregarme al vuelo mientras la cáscara de mi cuerpo vuelve de donde salió. Y haber sido leve.

#

Me daba igual
que estuviera presente o ausente.
No lo necesitaba.
Sólo lo amaba.

# Conversaciones nocturnas.


- Pienso en lo ilógico del mundo. Nacemos para morir algún día. Y si llega a ser cierto que volvemos a nacer, ¿Con qué fin? Si no nos acordamos de lo que vivimos anteriormente.¿Qué se sentirá morir? Antes ansiaba tanto a la muerte; me la imaginaba como un eterno descanso, conservando la mente pero sin pensar. Ahora me dicen que si morís no sentís nada ni pensás; no recordás ni respirás. No te vas a un mundo paralelo, ni vivís de tus memorias. También es mentira eso de que antes de morir pasa toda tu vida ante tus ojos: eso lo hacés mientras estás vivo. Continuamente estamos volviendo al pasado mediante nuestros recuerdos. Estamos tanto en el pasado como en el presente, nuestra mente contiene todas nuestras vivencias mezcladas.Una vez estuve a punto de morir. ¿Nunca te conté? Pero era pequeña, muy pequeña, conservo un vago recuerdo de eso.
- ¿Qué sentiste?
- Iba subiendo por una escalera de caracol. Estaba oscuro, débilmente iluminado con una luz violeta. No iba yo, alguien me llevaba.
- ¿No sabés quién era?
- Siempre creí que era mi madre, pero ahora lo dudo. Subíamos lentamente. De repente, desde arriba, alguien, un hombre, le habló a la persona que me llevaba. No recuerdo qué dijo, la esencia era algo parecido a que se había equivocado, no teníamos que ir para ahí.
- ¿Ahí?
- Más arriba.
- Ah.
- Entonces empezamos a bajar.
- ¿Qué pasó después?
- Un enfermero me llevaba el desayuno. Mi madre le decía que no era necesario, que nos estábamos por ir, que ya tenía el alta.
- ¿Tan rápido? Estabas por morirte y de repente ya te vas del hospital.
- No, no fue así. Pero es el siguiente recuerdo que tengo.
- ¿Y si fue sólo un sueño?
- No puede existir un recuerdo tan vívido. Además, si fuera un sueño ¿cómo puedo recordar sólo uno de los 6 meses que estuve en el hospital? Tengo muy pocos recuerdos de esa época.
- …
- ¿En qué pensás?
- Pienso en lo ilógico de tu historia. No sabemos adónde vamos cuando morimos, o por qué nacemos, pero ¿realmente vale la pena saberlo? ¿Por qué no simplemente vivir esta existencia que tenemos y dejamos ser al resto del mundo?
- ¿Qué estás intentando decir?
- Intento decirte que dejes de buscar tantas respuestas, que mejor las vivas. Tiempo después, cuando mires hacia atrás (como tanto te gusta hacer) te vas a dar cuenta de ciertas cosas que ahora no comprendés.
- Estoy harta de nunca encontrar respuestas, ni una simple solución. Casi nada de lo que pido se me cumple.
- Y ahora, ¿qué querés?
- Quiero que me abraces.
- Yo quiero ver el amanecer.
- ¿Por qué siempre rompés con el amanecer?
- Porque cada amanecer implica un nuevo comienzo. Dejemos de pensar en mañana, porque ya es mañana.
- Ya es mañana…
- Me encanta cuando sonreís así.

Voyage

Recién nos habíamos dado nuestro primer beso y yo ya estaba pensando en los siguientes, en las mañanas, tardes y noches juntos. Nos imaginaba cantando, o mirando las estrellas, dándonos algún abrazo que durara horas o riéndonos de algún chiste pasado de moda.
Nada de eso pasó todavía. No sé si pasará, pero encuentro algo de consuelo en la imaginación boba: esa que en medio de la soledad nos hace compañía y que en medio de oscuras noches de insomnio, nos muestra la luz.

# Adiós (por adelantado)

Cuando te marches, es importante que digas adiós. A tus lugares comunes, a ese viejo álbum de fotos lleno de vida y de recuerdos. A las mañanas de sol en donde cerrás los ojos y dejás que el calor llene tus párpados. 
Cuando te marches, más de una persona que te quiere se va a poner triste, pero es importante que sigas tu camino y no te detengas por ellos; en algún momento todos nos volveremos a reunir, y será una gran fiesta.
Después de que te marches, nada va a cambiar. Te vas a ir a un mundo que gira distinto al nuestro, o que ni siquiera gira; entonces, mientras te mantengas flotando en algún extraño Universo, de este lado que ya conocés tan bien todo seguirá su marcha. El Sol seguirá saliendo cada mañana, la gente seguirá riendo, levantándose cada mañana para cumplir sus rutinas y a la noche volver al calor del hogar. Y lo lindo de que nada va a cambiar es que todo lo que construiste a lo largo de tu vida, toda tu lucha y tu gloria, va a seguir en pie, los que te conocemos y te amamos vamos a seguir tu ejemplo para mantener esa luz que creaste en este mundo gris y hostil. 
Ya no recuerdo muchas de esas anécdotas que con tanta pasión me contabas, pero recuerdo lo esencial, recuerdo sus moralejas. 
Sos un regalo para el Mundo, uno importante. Sos una primavera eterna, que vive sembrando y floreciendo flores y árboles y plantas dondequiera que va. Sos el oxígeno de muchas almas.
Cuando te marches, es importante que digas adiós. Porque no estoy segura de que nosotros podamos. Quizá nos cueste respirar, pero a vos eso ya no te va a causar ningún problema. Aprovechá ese descanso para flotar libre entre el viento y la noche de tus recuerdos.
Prometo recordarte más seguido para que no te escapes de mi mente.
Prometo recorrer arenas cada vez que vuelva al mar.
Prometo subir y bajar, correr y caminar, prometo saltar la vida y recorrerla de cabo a rabo, de punta a punta, en tu nombre.
Prometo volverte a encontrar, en algún lugar, donde disfrutaremos de un nuevo Sol, de alguna nueva verdad.
Te tengo en mi corazón. Ya nada más importa.
Hasta pronto.~

# El Obsequiador de Voces

Le prometió el Mundo, le prometió las cosas más lindas que tiene la Vida. Y como para que no le quedaran dudas, le regaló su voz.
Ésa era la rutina del Obsequiador de Voces.
Este hombre canta, como muchos otros, pero a diferencia de esos Otros, él no es famoso. Y esto es porque cada tres, cinco, diez canciones le cambia la voz. Y entre ellas son totalmente distintas, nadie creería que vienen de la misma persona.


Hace algunos años, cuando se le moría todo resto de infancia y dejaba el mundo de la adolescencia, y entraba a eso que sólo los viejos llaman "adultez", el Obsequiador de Voces descubrió que le quedaba poco tiempo de vida (en ese momento, cabe aclarar, todavía no era el obsequiador de voces). Desesperado y triste, estaba a unto de resignarse ante la Muerte, cuando un día se chocó con una dulce ancianita. Casi como un secreto, la abuelita le confesó que en realidad era una bruja, y que tenía algo muy importante que decirle. Le dijo despacito "no tenés que preocuparte por el final de esta vida. Cuando el Encargado de darte vida te formó, lo hizo con muchas personitas". Éso fue suficiente.


El Obsequiador de Voces canta. Cada dos por tres se enamora y cada dos por tres le cambian los gustos. Él tiene muchas personitas dentro, cada una con sentimientos, aromas, voces diferentes. Cada una con un Universo entero propio. Cuando se enamora, de un hombre, de una mujer, de un libro, de una flor, el Obsequiador de Voces entrega un corazón entero. Y lo hace cantando. Cada tres canciones, o cinco, o diez, esa voz/corazón se desprende de él y queda en el corazón del ser Amado. Para él cantar es una forma de morir. Y una linda.
La ancianita le había dicho, también, que cuando se le terminen las personitas sólo iba a quedar su alma, algo muy importante.
El Obsequiador de Voces ansía (a veces, a veces no) el momento en que pueda cantar con su alma, conocer su verdadera voz.


Totuvert.~ 20/05/2012

# El Gran Mago

El telón se abrió y el Mago se encaminó hacia el borde del escenario entre un montón de humo. Ni siquiera desde la primera fila se podían ver sus ojos. Con su voz potente, empezó su espectáculo: "Buenas noches, Damas y Caballeros...".
La Joven de la primera fila repetía, mentalmente, todo lo que el Gran Mago decía. Desde que lo había descubierto, uno o dos años atrás, hizo lo posible para no perderse ni una sola de sus presentaciones. Lo fascinaba. Conocía sus reacciones, sabía de memoria sus agradecimientos a los aplausos del público, cómo usaba sus tácticas de encantamiento para que todos se quedaran maravillados ante sus trucos, y suspiraran o exclamaran. Lo sabía todo.
La única razón por la que no dejaba de asistir a esos encuentros mágicos, entre un grupo reducido de personas y la poca luz, teñida de rojo por el telón y las butacas, era que siempre le encontraba algo nuevo. Siempre tenía un gesto, una risa, alguna forma nueva de mover las manos a la hora de realizar los trucos. La Joven sabía, que esas formas de comportarse que pasaban desapercibidas ante los demás, formaban parte de su verdadero ser. De cómo era el Gran Mago en realidad. Que al subirse al escenario, él era el Mago, aquél al que todos amaban, pedían, necesitaban para salir por un momento de sus vidas; pero ése no era en realidad. El Gran Mago y la Persona que lo encarnaba, eran dos personas distintas.
Ella conocía esa persona que se le ponía adelante y realizaba trucos de magia a la perfección. Ahora, quería descubrir a la otra. ¿Quién será el Muchacho detrás del gran Ilusionista? ¿Amará, odiará? ¿Es una persona feliz, o triste? 
Detrás de la Máscara, que le confería un aire misterioso y de resguardo, hay una persona. No sabemos quién es, ni cómo es, hasta que decida por sí mismo retirarla y mostrarse al Mundo con su verdadera apariencia, con su verdadero Ser.
Unas filas más atrás, otro Muchacho observaba al Gran Mago y no se perdía ni un detalle. No podía creer que ante sus ojos, que ese hombre que tanto quiso mostrarse delante de él, que le contó sus secretos, que tantas fallidas veces quiso abrirse delante de él, ahora estuviera sobre un escenario, con una máscara, una voz que no parecía la suya y una confianza increíble. Lo desconocía. 


Sufre la Joven Enamorada porque nunca podrá descubrir su verdadera identidad.
Sufre el Muchacho Desencantado porque sabe que el hombre que existe detrás, no volverá a aparecer.


Una noche por semana, o cada dos semanas, un ser humano que no conocemos se pone máscara, capa, y se sube a un escenario común, pero que él vuelve mágico. Realiza trucos, maravilla al Mundo entero, entra en absolutamente todos los ojos y corazones de las personas que lo observan, sin dejar que nadie penetre el suyo, sin revelar su auténtica mirada. A veces, como al descuido, deja caer pequeñas partes de sí, que sólo un par de ojos entre tantos puede descubrir. 
Cuando el espectáculo termina nos paramos a aplaudir, gritamos, saltamos, luego nos ponemos nuestros abrigos y nos vamos. Ninguno de nosotros se da cuenta de que una Joven y un Muchacho no se mueven de sus asientos, ni se dan cuenta de la existencia del otro: sólo tienen ojos para el Gran Mago.
El Gran Mago gira hacia ellos su máscara con ojos que miran y no ven. Hace una reverencia, levanta los brazos y deja escapar un temblor leve pero incontrolable: el Miedo. Después, desaparece entre humo mientras se cierra el telón, para dejar sumidos a sus extraños amantes en una nube de sombras rojizas, tristeza y silencio.


Totuvert.~ (19/05/2012)
"Nada fue catastrófico ni sublime;
nada fue tanto,
nada fue tan poco:
es sólo que, al final,
lo más importante que me ha pasado, 
no pasó."

Baúl de los recuerdos #1

No me gusta
pasar mucho tiempo, con o sin ropa
de cualquier forma
estoy desnuda
sin vos

Salgo a la calle
y hay cientos de personas
todas miran, o no miran
y me siento muy sola
estoy desnuda
sin vos

A veces me siento expuesta
cuando siento un vacío en el corazón
cuando no estoy tomando tu mano
cuando no me estás abrazando
estoy desnuda
sin vos

Y a veces te extraño
cuando pasan los días y no te tengo al lado
cuando me dicen tu nombre y me sobresalto
si no me estás contando de algún nuevo milagro
estoy desnuda
sin vos

Y ahora me doy cuenta
de que nunca me tomaste de la mano
de que nunca me diste un abrazo
nadie tomó mi mano, ni me dio un abrazo,
estamos juntos en esta desnudez

Y esto pasa
porque a vos alguien más nunca tomó tu mano
ni te dio un abrazo
no estuvo cuando te sentiste solo
y vos, pudoroso como yo
te escondiste entre la mucha gente

estoy desnuda sin vos
sola, triste, vacía
sin tu mano
sin tu abrazo
sin tus ruegos al cielo
sin tus consuelos ni tus caprichos

Y vos
nunca me diste tu abrazo
porque vos también
vos también
estás solo
estás triste
estás desnudo.

Dios...¿Dios?

¿Qué es Dios? Es un signo, un ícono. Es una idea en la que las personas depositan su Fe y sus expectativas para moverse dentro de la vida. Personalmente no creo que exista un Dios; al menos, no el de la Iglesia Católica. Pero las personas no están preparadas para este tipo de noticias: necesitan una figura paterna superior, alguien que los guíe y les haga creer que, hagan lo que hagan, vayan donde vayan, nunca estarán solos. Esta idea les permite vivir en Paz, ajenos a todas las confusiones por las que atravieso yo (y quizás algunos más) en este momento. 
Por ejemplo: ¿acaso no saben que toda esa fuerza que tienen para vivir proviene de sí mismos y no de un paquete enviado por correo desde el Cielo? ¿Podrán los seres humanos tener Fe y espiritualidad si se les dijera que eso que tanto adoran y a lo que tanto le rinden culto, no existe?
Y después, está el tema del monoteísmo. Los mismos que lo predican son los que, sin saberlo, crearon infinidad de dioses. O un Dios muy ciclotímico. No me refiero sólo a los dioses de las otras culturas, animales, vegetales, mitológicos, sino ése que es uno y a la vez es más. Para alguien fuera de la Iglesia y con un problema o tristeza muy grande en su vida, los creyentes les presentan a un Dios amoroso, dulce, capaz de guiarlos hacia una nueva vida llena de luz y de brindarles protección por el resto de sus vidas. Si logran ser "salvados", vivirán dentro del abrazo de su Todopoderoso, o sobre su espalda, o lo que esté de moda. Para el practicante a elección, de toda la vida, o aquel al que le imponen la religión, los protege un Dios malvado, dictador, que los castigará si no cumplen con cada una de sus exigencias y al que le deben una vida entera de sumisión y silencio, ya que él sufrió y murió por sus pecados. 
El tercero es un dios vacío, interesado: les propone a sus creyentes que realicen buenas acciones no porque esté bien, ni para vivir en armonía, sino porque a mayor cantidad de bondades mayor parcela en el Cielo, mayor oro en sus casas (por más gracioso que parezca, muchos creen que realmente hay casas de oro rodeadas de varias hectáreas de nubes), y arpas más grandes que las de los demás. Y después hay un último (quizás haya más, pero de momento sólo conozco a estos cuatro) Dios: uno indiferente y sordo, que probablemente haya armado una especie de esquema (el famoso "plan") para cada uno y que nos deja a la deriva sin escuchar ruegos. Este último aparece cuando una gran tragedia o malestar aparece. Y no importa cuánto rueguen, recen o imploren sus tan ciegos creyentes, del otro lado no reciben respuesta alguna. Casualmente, estos últimos son los primeros en reaccionar.


Y finalmente, un dato curioso: el Dios (dioses) occidental no tiene nombre. Todas las clases de dioses, fantasmas, seres que pueblan el mundo y el folclore de cada sitio tienen un nombre propio que les da identidad, aunque sea tremendamente complicado pronunciarlo. Éste (éstos) no: este Dios tan famoso sobre la tierra no es más que un adjetivo.
Tengo
el
corazón
más
grande
que
el 
estómago.

Relojes de arena

Fumábamos y veíamos de lejos las nubes pasar.
La Naturaleza era nuestra música de fondo.
¿Cuándo fue que nos volvimos tan adultos?

Esa pregunta se pasó por mi mente mientras nos observaba. Por supuesto que no entramos dentro de ese estereotipo de la adultez, ni siquiera tenemos la edad.. y sin embargo, parece que estos cinco años que nos pasaron por encima en realidad fueron veinte.


Eran días soleados y felices, y nosotros intentábamos conocernos, dentro de todo ese movimiento juvenil, en esos días y noches colmadas de río, de lluvia, de juegos y charlas. Si reíamos, era por alguna parodia, si llorábamos, era porque nos extrañaríamos, o porque nos gustaba alguien que no tenía el menor interés en nosotros.
Y así nos hicimos amigos. De a poco, paso a paso, mientras en los relojes la arena seguía cayendo, sin que nos diéramos cuenta. 
Aprendimos a aprendernos. De a poco nos conocimos los gustos, los disgustos, supimos cuándo poner el hombro y cuándo felicitar con un abrazo. Nos hicimos inseparables, aún en la distancia, desde cada punto del país, que para nosotros era el Mundo.


Estuvimos muy juntos mientras se nos abría la puerta de la vida, mientras dábamos ese paso hacia la responsabilidad, la tristeza, las cosas más lindas y las más feas.


Y ahora nos miro, y siento que todo eso que vivimos es parte de una vida pasada.


Quizás ese reloj de arena en el que nos conocimos terminó, y empezó otro.


Fumábamos y veíamos las nubes pasar.
En la mesa, en el patio, las cartas, los encendedores.
En nuestros labios, las anécdotas recientes:
amores, estudios, trabajos, viajes.
Ella nos hablaba de su último encuentro íntimo;
él de lo bueno que es mantenerse por sí mismo.
El resto hablábamos de esas cosas que uno nombra cuando crece:
los infortunios del clima, el valor del dólar,
los transportes, las marcas de cigarrillos,
los planes para comprar un auto,
el crecer.
La Naturaleza era nuestra música de fondo.
¿Cuándo fue que nos volvimos tan adultos?

Eternamente

Esa noche se quedó mirando el infinito, mientras las volutas de humo se disolvían al entrar en contacto con el viento. Se sentía completamente perdida, nunca le había pasado esto, bueno, sí, pero lo tenía tan reprimido que no se acordaba. 
Y mientras se caían las estrellas para un solo lado, se dio cuenta de que no era lo mismo que otras veces. Sentía compasión, y mucho cariño, pero un cariño fraternal, de amistad, familiar, pero era tan grande que la confundía y la angustiaba. 
De repente se sintió pequeña, insignificante, de repente todas sus crisis, enfermedades, peleas, desgracias de su vida le entraban en la palma de la mano. No sabía si sentirse feliz o triste por esto, porque había hecho una comparación: porque él le había demostrado que había cosas peores,  porque él le había demostrado que había que seguir adelante y tener una sonrisa inmensa en la cara todo el tiempo, porque él hacía todo esto pero no se daba cuenta. 
¡Cuánto humo salió de su boca esa noche! 
Hubiera dado su vida por un abrazo. Sólo eso.
Él le había dicho que tenía que aprender a vivir con eso. Ella sin darse cuenta ya estaba aprendiendo, el pasado le había enseñado que al querer a alguien a veces se tiene que dar un paso al costado, y celebrar sus alegrías de lejos, viendo crecer la luz dentro de la oscuridad, sabiendo que nunca iba a ser partícipe de esa luz, pero que al menos podría admirarla desde lejos y unirse al festejo colectivo de cuando alguien logra ser feliz y deja de estar solo. 
"Quizás", pensó, "quizás a veces uno quiere mucho a alguien, pero no tiene que formar parte de su vida en ningún sentido. Quizás me equivoqué de tren."
Había logrado su meta mayor, eso que esperaba tanto; no, no era un abrazo, era mucho mejor, era un lazo, un lazo de amistad o de principio de eso.
Mientras el azul se hacía violeta, ella hizo un recuento de sus amores. Todos tenían algo en común, eran parecidos en mente, o en problemas, o en ser parecidos a ella. Y mientras recordaba se dio cuenta de que ya no sentía absolutamente nada por ellos, de que tenía miedo de amar, porque ellos la habían marcado, le enseñaron que hasta las mejores personas tienen mucha maldad adentro.
No cayeron lágrimas de su rostro, pero tampoco sonrió.
No. Definitivamente no estaba enamorada.

Cuando un amigo se va. ♪

Tres días después de la muerte de Sebastián, soñé con él. Estábamos reunidos con nuestros amigos, o quizá no; era de noche o de madrugada. 
Sólo recuerdo que yo pensaba que había vuelto en el tiempo, y que desesperada intentaba avisarle, prevenirlo, rogarle que no se fuera. 
Entonces tomé su mano, para que no me deje todavía, para despedirme, para demostrarle que estaba con él. Sebastián, más joven que nunca, con su cara nueva y sana, me miró a los ojos. Tenía mucho miedo de su propio destino, ya sabía lo que le iba a pasar.
En ningún momento nos hablamos. Yo sólo sollozaba.

Preguntas (no tan) existenciales


“Nació en 1780, en el Villanueva. En 1900 participó en el combate entre Verdes y Violetas, siendo gravemente herido en el proceso.”
Y mucho bla bla bla. Son los grandes próceres de donde sea, los científicos y gobernadores, toda esa gente política o científicamente correcta y famosa, que la humanidad tiene que estudiar en las escuelas, en sus carreras, en Historia, o en donde sea.
Y si toman examen del tema preguntan algo como “¿A qué partido político pertenecía, a quién apoyaba en 1836?”. Información sobre ésa hay en todos lados.
Aunque jamás a alguien se le ocurrió preguntar, sobre San Martín o Belgrano (por ejemplo), cuál era su color favorito, con quién fue su primer beso, qué sentían al escuchar el sonido del viento entre los árboles.
Quizá sobre los escritores se sepa que disfrutan a pleno los domingos en familia y los cafés en invierno, pero nadie sabe qué sintieron la primera vez que les regalaron ése juguete especial en Navidad, cómo se sintieron cuando hicieron algo indebido, si alguna vez rompieron las reglas.
En ningún libro, ni siquiera los poco serios, se dice si los personajes conocidos por el mundo entero lastimaron a su amor alguna vez, si después se sintieron culpables. Jamás sabremos si se peleaban con los hermanos, si fumaban a escondidas o soñaban con la evolución humana.
Jamás supimos. Jamás sabremos.
Ellos cambiaron al mundo, posiblemente también cambiaron un corazón… Pero eso ya se pierde en el tiempo.

Fata


Fata no es un hada, como dirían los italianos; existe, y es uno de los más tiernos recuerdos de mi infancia.
Hace años, añares, que nuestras madres se juntaban después de la escuela, iban a los mismos lugares que nosotras, y eran amigas de los padres de nuestros amigos. Algún día de sus vidas, habrán jurado que serían como hermanas para siempre. Algunas décadas más tarde, nacimos nosotras.
Mi memoria está colmada de Fata. Viajar adonde ella vivía era considerado un premio y una muy importante distinción, porque con ella se vivían aventuras a lo mejor comunes e infantiles, pero que tomaban todo un significado por ser con ella.
Con Fata nadábamos y nos reíamos, comíamos una bolsa entera de mandarinas nosotras solas, 20 chocolates una tarde de invierno y casi lloramos viendo fuegos artificiales, una vez.
Y mientras yo crecía a veces llorando, a veces riendo, ella se elevaba como una planta mágica, y crecía toda ella y su alma y sus ideas.
Ahora Fata es un completo gigante, un monstruo y una princesa. Ella ve al mundo sin darle mucha importancia y lo patea lejos o lo pasa por encima cuando se aburre. Tiene encanto, puede ser una nena y después toda una adulta y luego comportarse como si nada, porque ningún estilo la define, porque es una mezcla de ideologías y pensamientos que devora a los seres humanos transformándolos, haciendo que esas ganas de ser, reprimidas por el comportamiento colectivo, salgan a la luz.
Pero a veces Fata se olvida, se olvida de que es Fata. Entonces cae, y se deja guiar, sin rumbo, por gente con máscaras. A veces se enfurece, y todo el mundo se entera, todos giran la cabeza para mirar a ese pobre diablo que intentó arruinarle la vida aunque sea un poquito, y se ríen, humillándolo aún más. 
Fata no debe caerse, nadie debe dejar jamás que se caiga, porque luego se levanta. Y al levantarse de esa caída crece cinco metros más, tiene más fuego en sus ojos, más decisión y más determinación por vivir la vida y pasar por encima a todos los idiotas que siempre estuvieron y siempre estarán.
Fata es hermosa y dulce. Fata dibuja y tiene opiniones fuertes y maduras. 
Fata es mi prima. A veces perdemos contacto, ella rueda por su lado del mundo y yo por el mío, pero como acá ninguna línea es totalmente derecha y recta, cada tanto nos volvemos a cruzar. 
Quizá ya no podamos conquistar el mundo con cáscaras de mandarina y golosinas. Pero podemos conquistar nuestros propios corazones.

Juana


(Fragmento de Verde Manzana)

Juana es una rebelde, una revolucionaria. Juana no va a llegar a ningún lado, porque ella escucha rock nacional y lee libros importantes, de autores famosos, y no una revista cuyo ochenta por ciento está repleto de publicidades.
Juana grita y ríe cuando está feliz, y llora cuando alguna situación la sobrepasa. Es tan alta que se la puede llevar en el bolsillo, y tan pequeñita que tapa el Sol.
Tiene manitos chiquitas y blancas, y cuando las mueve atrae la atención de todos los presentes. Tiene ojos grandes y vidriosos, de pupilas de caramelo, que reflejan el fuego y los rostros de todos los que ama.
Juana habla conmigo por teléfono y en sueños. Y así, cuando la escucho, todos esos malditos kilómetros que nos separan desaparecen, y volvemos a estar frente a frente, codo con codo, corazón con corazón.
A veces es artista, cuando llama la atención de los seres humanos, convirtiendo a todos en espectadores; a veces es ciega, cuando en las tantas pisadas del mundo se deja convencer por la gente externa y no se da cuenta de todo lo que vale. A veces es amiga, cuando escucha y abraza, incondicional, y a veces es Juana, con tantos comportamientos, sentimientos, emociones, secretos y bailes que es completamente imposible describirla.
Juana habla de la persona que ama y su voz se dulcifica, sus ojos se hacen más grandes todavía y se acurruca como una niña, a la hora de hablar de su cuento preferido.
A veces pienso que Juana es mi hermana. A veces ella también lo piensa. Nacimos de dos mujeres completamente distintas entre ellas, somos hijas de dos hombres que quizá jamás tengan algo en común, y nos criamos en dos mundos paralelos pero alejados, separados por un río y un montón de ideas. Pero sé que en su interior late un corazón tan rápido como el mío, sé que su sangre es tan roja como la mía, sé que tiene un pequeño pedacito de mi alma en su interior, del mismo modo que yo tengo un trocito de la suya en mí.
Suelo pensar que Juana no existe, suelo creer que es tan perfecta que a lo mejor es un producto de mi imaginación. Es sólo cuando leo sus cartas, miro nuestras fotos y escucho su voz, aunque sea por un tubo, que me convenzo, de que hay una Juana en cada ciudad, en cada persona, en cada corazón. Hay una Juana en cada estrella que haya creado la Galaxia.
Hay una Juana rebelde, gritona, aniñada, adulta, artista, amiga, hermana, delicada y perfecta, en mi corazón. Y deseo, muy profundamente, que jamás salga de ahí.

Narrando un amor


(Fragmento de mi libro Verde Manzana)

Uno puede escribir cualquier cosa, siempre y cuando sea interesante de leer. Siempre y cuando sea rico en detalles y agradable para el cerebro. Podría, por ejemplo, decir: “Ahí estaba mi príncipe. Él, cuya piel dura reflejaba el Sol del ocaso, inundándose de calor y luz. Él,  con sus ojos de ángel que intentaban abarcar todo el cielo y el océano, esos ojos fríos que contaban miles de historias y secretos, que reían a carcajadas, enviando un mensaje que sólo yo podría descifrar. Él, su vida, y la pasión de su marcado corazón por latir.”


Podría cambiar de punto de vista: “El Sol lo abrazaba tan naturalmente que me hizo pensar que eran amigos desde hace mucho tiempo. Sin embargo, su forma de caminar, de desenvolverse en ese lugar, dio a entender que quizá no quería llamar la atención, que quizá quiera desaparecer. Quizá algún dolor reciente en su vida fuera la razón por la que su alma se ausentaba a veces de sus ojos. Quizá, y justamente por eso, cuando volvía daba todo, todo, por vivir cada segundo que podía feliz.”


Si se me ocurriera empezar por el final y terminar por el comienzo, y utilizar alguna analogía, sería algo como esto: “Es una tarde con viento de tormenta y una noche de Luna llena. Escondiéndose de su propia sombra, tiene miles de estrellas a pesar de las tinieblas, y no puedo evitar recordar cuando era un día de Sol radiante. Cuando nada ni nadie podía apagar esa luz que caía, indiferente, inundando de claridad todo a su alrededor. Hace tanto, que termino creyéndome que es sólo un recuerdo de alguna vida pasada.”


O puedo ser yo, y haciendo gala de mis pocas dotes literarias decir: “Fue todo para mí, unos pocos segundos, que quizá fueron minutos, o quizá fueron años. Estaba triste, ya no es el de antes, pero tampoco yo soy la de antes. Fui feliz desde el momento en que lo vi. Nuestras miradas y abrazos se cruzaron, y de repente, él, yo, el viento, el Sol, las estrellas, todo se mezcló formando una extraña pasión: la de un perfecto amor.”

Sonore


Alguna vez leí en algún lado “Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”. Esto es así porque nadie podría estar en compañía de alguien más de cinco minutos y no decir lo que piensa. Y porque una cosa es hablar, y otra muy diferente es decir algo, comunicarse.
A mí, hace mucho tiempo ya, me robaron la voz. Pero no puedo resignarme a vivir en el silencio. El deseo de decir, por puro placer, se superpone al sentido común. Y hablamos, sí, y mucho, poco, o hasta por los codos… pero no decimos nada.
Contamos cuentos, experiencias, secretos ajenos, algún comentario sobre algún tema en particular, pero adentro no pensamos eso.
La boca se mueve, los sonidos salen. Pero por dentro se grita intentando decir “te quiero”, “te extraño”, “no te vayas… no todavía”.
Que alguien llore las lágrimas que yo no puedo derramar, que venga alguien y me abrace fuerte, fuerte, evitando que me rompa en pedazos.
No quiero saberme silenciador o silenciada, no quiero recurrir al disfraz: no esta vez.
En la quietud, en la ausencia de sonidos, se puede escuchar lo que el alma tiene para decir.


En el silencio pueden pasar muchas cosas, verse muchos colores, probarse distintos sabores.
Sólo falta que alguien los descubra alguna vez.

Invitación al recuerdo


¿Qué dicen esos ojos oscuros? Tienen reproche en su interior, por el futuro próximo, que ya no es futuro sino presente.
Todo está preparado. Los muebles vacíos, todo en cajas, la casa solitaria.
Este lugar, construido hace muchos, muchos años, está lleno de recuerdos. Está lleno de fotos en blanco y negro, de olor a antiguo, de muebles pasados de moda….
Con sólo pensar en la gente que pasó por acá, junto con algunas fechas importantes, uno se pone nostálgico.
Esta casa que antes estaba llena de vida fue vaciándose de a poco. Y sólo quedaron un par de almas tristes deambulando y un piano abandonado, juntando polvo. Terminó siendo triste volver. De a poco todos fuimos armando nuestra vida y dejando de lado a este lugar, nuestro lugar. En el techo blanco se arremolinan imágenes inconexas de historias pasadas, de nuestra infancia, de cuando soñábamos un futuro muy distinto a éste.
Pero ya está. Dentro de muy poco la casa se va a vaciar. Adiós a nuestros paseos a ese lugar, donde siempre era una aventura.
Aunque, si uno lo piensa bien, no es tan importante como parece.

Alguna vez comprobé que no hay que volver a esos lugares que uno dejó. Porque jamás estará como la última vez que los vimos, ni tendrán el mismo tamaño y la magnitud que el pasado hace que se vean mágicos y gigantes.

Ausente de cuerpo

(Fragmento de Verde Manzana)


Es en ese corto momento antes de dormirnos, cuando nos acostamos y los párpados empiezan a pesarnos, cuando veo pasar toda mi vida y genero interrogantes que no siempre tienen respuesta. También repaso las cosas a hacer el día siguiente, o me imagino historias, que no siempre puedo volcar al papel por mi falta de coherencia. Pero hoy es distinto. No pienso en todas esas cosas, sino en cómo cambió mi vida. Me veo al espejo y siento que no soy yo. ¡Esa no es mi cara! ¡Esa no es mi mirada! ¡Yo soy una persona totalmente distinta a ese reflejo que no es real!
A veces siento que puedo decir cualquier cosa con total libertad, porque éste cuerpo no es mío, ésta no es mi voz. ¿Qué importan mis comentarios u opiniones si estoy temporalmente acá? Siento que no importa nada, porque después mi mente y mi alma se van a ir adonde pertenecen en verdad. ¿Dónde es ese lugar? Nadie lo sabe. Mis piernas se mueven, pero no soy yo la que está caminando. Y sin embargo avanzo, y antes de darme cuenta el tiempo transcurre, y más puertas se abren, y yo las traspaso. ¿Será que me quedé tan estancada, tan congelada por los cambios abruptos que lo que siento es en realidad que me están empujando?
No entiendo nada de la existencia. ¿Qué pasa cuando morimos? ¿Todo se queda oscuro, volvemos a vivir la misma vida una y otra vez? ¿O renacemos en alguien más? ¿Cómo se formó el Universo? ¿Cómo es Dios? ¿Qué es Dios? ¿Cuál es la razón de los seres humanos en este mundo? Son tantas las dudas, y tan grandes para una sola persona. Son tantas las cosas a cumplir, y tan poco el tiempo. Es tanto el amor, el odio, la tristeza, la alegría, que la euforia es imposible de calmar y la depresión nos dura siglos, y nunca se cura del todo.

Tengo mil caras, y no pertenezco a ninguna. Tengo mil cuerpos, y no me siento yo en ninguno. Tengo mil almas, y no puedo abrazar ninguna…



Mosqueteras

(Fragmento de mi libro Verde Manzana)


Juguemos a que las tres Mosqueteras eran dos y sus amores cinco.
Juguemos a vivir el Hoy eternamente en nuestro país del Nunca Jamás, y que no exista el Mañana.
Inventemos alguna extraña máquina que nos lleve a la Luna, lejos de la hipocresía, el egoísmo, el engaño y el odio.
Abracémonos fuerte, muy fuerte, y juguemos a que ese abrazo nos va a durar por once meses, los once meses restantes de nuestras vidas, hasta esa próxima vez donde nos reencontremos, nos perdamos en los ojos del otro, escuchemos nuestras voces y sintamos nuestros perfumes. 
Juguemos a que estamos cerca; tan cerca, que no podamos desperezarnos por miedo a empujarnos.
Juguemos con Fuego y guiémonos por la luz de las estrellas, sin la venda en los ojos que nos impide ver más allá del Horizonte. 
Aprendamos a crecer sin dolor, sin peleas y sin llanto.
La madurez es cosa del pasado.
Juguemos a que el Amor existe, juguemos a romper las barreras.
Nosotros, los de antes, ya no somos los mismos.
Juguemos a que las tres Mosqueteras eran dos y sus amores cinco.
Juguemos a buscar, y encontrar, nuestro final feliz…

Campamento/2

(Fragmento de mi libro Verde Manzana)


Día Gris. La Naturaleza lloraba en mi ventana, pero mis ojos estaban secos. No la acompañaría. Por más tristeza que tuviera en mi interior, por una vez mis ojos no lloverían.
Me había olvidado de querer. Ya no sabía sentir y mucho menos extrañar. La humanidad me pasaba por delante de los ojos, y yo lo detestaba. Odiaba todo y a todos, la vida, el aire, la gente.
Un día me arranqué del Mundo y me fui lejos… con ellos.
Fueron ellos los que me dieron felicidad, ellos los que me tentaron de risa, ellos los que iluminaron mis ojos.
Vivimos juntos un tiempo, y a la hora de partir nadie podía calmar mis lágrimas. Todo el hielo interno se derritió luego de tantas tardes al Sol.
Los amaba, los necesitaba. Los extrañaría.
Lloraba y sonreía y los veía y los escuchaba.
Ojos, guarden estas caras en mi recuerdo, para tenerlas siempre que las extrañe.
Oídos, conserven fresco el ruido de sus risas y sus voces.
Cuerpo, mantén sus abrazos en el recuerdo de mi alma, para sentirlos en los mejores y peores momentos.
Volví a sentir.
Volví a querer.
Volví a amar.
Es hora de que te marches, Lluvia, y le dejes el Cielo al Sol.

El Fuego bailaba al ritmo de la Música. El Frío no existía. Déjennos, déjennos quedarnos así eternamente. Déjenme tenerlos en mi alma…


Analogía/2

(Fragmento de mi libro Verde Manzana)

Me miro y no me reconozco. Esos ojos ya no tienen el brillo de hace unos años. Ese pequeño lugar en mi alma, donde guardaba todos mis sueños y esperanzas, ha desaparecido. Hace mucho tiempo, yo era otra. Mis sueños estaban totalmente nuevos e, inocentes, esperaban un destino que jamás habría de cumplirse. 
Jamás voy a olvidar esas mañanas de Sol, esas risas estridentes, esos aromas y canciones que van a estar por siempre en mi corazón. Aunque pese llevarlas.
Cuando niña, el Sol brillaba y despertaba a la mañana. Y era él el que me acompañaba hasta en el más duro invierno. Después, fue quemando un poco más, y comenzé a vivir en un mediodía demasiado alegre.
El inicio de la secundaria formó mi siesta; y me acompañaron personas a las que, si bien ya no están en mi vida, les debo todo lo que soy. 
De a poco, las conversaciones se volvieron más serias, los pensamientos se fueron enturbiando, las miradas se hicieron feroces. Al mismo tiempo, los nuevos amigos y los nuevos lugares tenían toda la tranquilidad posible. Adquirí un poder, uno que me rehúso a usar.
Me solté a la tarde. Hoy, vivo mi eclipse. Ese mundo tan extraño que me llenó tanto de dudas parece, por ahora, ir por buen camino.
Estoy a punto de tener todo eso por lo que siempre luché. Y estoy a punto de rechazarlo.
Porque en la complejidad de los cambios me olvidé de mi alma profunda y me mezclé con la superficialidad de la gente. Tengo una meta, puedo seguirla, pero ya no tengo adónde correr y esconderme. 
Se me viene encima el anochecer. Esa juventud estrellada con sabor a música y a cultura.
El camino se está haciendo solo. Son nuestras pequeñas decisiones las que lo afectan. Hasta el renacer de un nuevo día, el que vendrá con las próximas generaciones, estamos en un juego. Que no se terminará a menos que se sepa pisar fuerte.

Cuando cierre los ojos para siempre, quiero hacerlo feliz…

Analogía/1

(Fragmento de mi libro Verde Manzana)


Cuando era pequeña y me llevaban a pasear a los parques con mis hermanos, nos pasábamos como mínimo dos horas imaginando cómo serían nuestras casas sobre los árboles, la base desde donde partía cualquier juego que nos propusiéramos. 
Sentados en el suelo, imaginábamos hasta el más mínimo detalle de las chozas sobre los árboles que cada uno elegía, le dábamos vida. Poníamos atención en los elementos que caracterizaban cada hogar, las formas, los colores, los objetos…
Y después de tanta discusión, organización y planificación, la tarde llegaba a su fin. Era entonces cuando nos cansábamos de ese juego que al final nunca jugamos y nos íbamos a las hamacas.
Con cuánta emoción se planea el futuro, se espera, se gana, se decide y se discute, y cuando llega el momento en que se haga realidad, cuando realmente comienza el juego, tomamos otro rumbo, quizás más común y corriente del que ya teníamos planeado, uno donde no sea necesaria la imaginación, la paciencia ni el amor.
Todavía puedo escuchar a Marina decir con su infantil y estridente voz: “ya me aburrí, juguemos a otra cosa”.
Y es que a veces nuestros sueños y esperanzas se pinchan, con cosas más profundas y quizá más tristes que el aburrimiento. Entonces se pierde el rumbo y no sabemos qué hacer.


Cuando nos perdemos, en esta vida, ¿quién es el encargado de mostrarnos el camino a casa?