Analogía/1

(Fragmento de mi libro Verde Manzana)


Cuando era pequeña y me llevaban a pasear a los parques con mis hermanos, nos pasábamos como mínimo dos horas imaginando cómo serían nuestras casas sobre los árboles, la base desde donde partía cualquier juego que nos propusiéramos. 
Sentados en el suelo, imaginábamos hasta el más mínimo detalle de las chozas sobre los árboles que cada uno elegía, le dábamos vida. Poníamos atención en los elementos que caracterizaban cada hogar, las formas, los colores, los objetos…
Y después de tanta discusión, organización y planificación, la tarde llegaba a su fin. Era entonces cuando nos cansábamos de ese juego que al final nunca jugamos y nos íbamos a las hamacas.
Con cuánta emoción se planea el futuro, se espera, se gana, se decide y se discute, y cuando llega el momento en que se haga realidad, cuando realmente comienza el juego, tomamos otro rumbo, quizás más común y corriente del que ya teníamos planeado, uno donde no sea necesaria la imaginación, la paciencia ni el amor.
Todavía puedo escuchar a Marina decir con su infantil y estridente voz: “ya me aburrí, juguemos a otra cosa”.
Y es que a veces nuestros sueños y esperanzas se pinchan, con cosas más profundas y quizá más tristes que el aburrimiento. Entonces se pierde el rumbo y no sabemos qué hacer.


Cuando nos perdemos, en esta vida, ¿quién es el encargado de mostrarnos el camino a casa?

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