#Crónicas desde las sierras

Jueves 10 de enero de 2013
El jeep avanza por un camino pedregoso. Encima de nuestras cabezas, el Sol de las dos de la tarde invita a una gran aventura.
En los cerros no entra la tecnología. No te permiten lujos ni modas. Sólo un bastón como la más preciada posesión.
"El camino que recorrerán ahora se asemeja mucho al de sus vidas. De cómo suban o bajen, así se toman su existencia" nos había dicho el guía, un hombre mezcla de chamán y adivino, brujo de la tribu y guía espiritual. 
Esta tierra era sagrada para nuestros hermanos los comechingones. Cómo no serlo, pienso, de sagrado este lugar tiene todo: para donde miro se ve el amor de la Pachamama, rocas y flores se abrazan y conviven, los pastos que tanto nos ayudaban cuando el camino se ponía difícil bailaban al compás del viento.
Cuando estamos por llegar a nuestro destino, la cima del Cerro Colchiqui (o Charalqueta), el guía nos señala un punto en medio de los cerros. Nos cuenta que ahí se había escondido un gran grupo de comechingones cuando los españoles llegaron a estos lugares. Éstos últimos vieron cuando los alcanzaron, asombrados, cómo hombres, mujeres y niños se tiraban al vacío.
"Es que no querían ser más esclavos de los españoles, ni decirles dónde estaba el oro, por el que los torturaban. Ellos no se mataron; no hicieron como los suicidas de hoy, que terminan su vida porque seres oscuros los rodean: sólo se liberaron de su cuerpo, lo ofrendaron a la tierra de la que nacieron, y sus almas emprendieron el vuelo junto a los cóndores."
Una vez arriba, en la cima, mientras cantamos y hacemos una especie de adoración al Tata Inti, miro el vacío: vacío que no es vacío, porque hay vida en todos lados, que me llama, que me invita, como a nuestros antepasados, a abrir mis alas y volar. Y pienso, mientras me acarician los cuatro vientos, que me hubiera gustado ser comechingona, ser parte de algo donde no existe el "yo" sino el "nosotros". Que este lugar donde no existen horizontes me viera crecer, escalando y adorando al Sol y a la Madre Tierra. Me hubiera gustado defender este paraíso de los españoles, y al fin entregarme al vuelo mientras la cáscara de mi cuerpo vuelve de donde salió. Y haber sido leve.