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Siento que el mundo se desvanece, o se rompe. Siento que me desvanezco, o me rompo. 
Estás ahí, en eso que para mí es lo más importante que pueda existir sobre la Tierra, en mis botes salvavidas. Y yo me pregunto: ¿cómo llegaste hasta ahí? 
Siento que olés a tinta, y estás en cada historia que devoro. Paso las páginas esperando que no te vayas, y descubro que si te leo atentamente te quedarás ahí para siempre. 
Los libros respiran. Susurran sus historias.
Errado está quien deja que te cubras de polvo, de telas de araña. Pero no saben que estás ahí, porque sos invisible. Oculto entre las sombras, hay que amar cada letra del alfabeto y revivir cada secreto que se oculta entre líneas para encontrarte.
Sos algo que va y viene como las olas del mar. Vuelvo al lugar donde te descubrí y me doy cuenta de que ya no estás. Igual que cuando tu humor se oscurece invocás una tormenta torrencial, así vas mudando de cuerpo, cuerpo de papel, según cómo te sientas al día de hoy, y hay que saber de entre todos los libros del mundo en cuál vas a refugiarte esta vez. Si crecés, también mudás de género literario. Y así me voy enterando de todo lo que acontece en tu vida: en hojas impresas ayer o hace cincuenta años. 
Ya sé dónde estás y cómo estás. Ya sé qué sentís, y qué soñás. 
No importa lo que pase, vos siempre me encontrás. Y te trasladás hasta mi mundo de papel y tinta, para contarme de vos.

Y, si alguna vez, quisieras saber de mí, basta con buscarme en el mismo lugar. Ahí estuve y ahí estaré siempre, sumergida en un mundo en el que podés hundirte siempre que quieras, más real que la tierra bajo tus pies, y sin riesgo de salir lastimado.

¿Inocencia?

El hombre se levanta por la mañana y se mira al espejo. No hay nada en su cara diferente de otros días. Él es un tipo normal. Trabaja, le gusta leer, y alguno que otro programa de televisión.
Llega al trabajo, se cambia la ropa: el trabajo que nadie quiere pero necesario, se te gastan los huesos, se te atrofian los pulmones. Al mediodía, descubre que un muerto de hambre le robó el almuerzo, y se queda sin comer. Y al final de la jornada, le avisan que no habrá aumento, y que le descontaron cada llegada tarde.
Él es un tipo normal, escucha, no dice nada. "Así son las cosas", piensa.
Llega a su casa, se saca la mugre: algunas manchas de metal no se irán jamás de sus manos. Cuando sale, ve la mesa repleta de papeles: es su hija preparando materias para rendir. Hace semanas que no duerme, y él lo sabe. Siente orgullo.
Vuelve al trabajo. Sus compañeros se burlan de él: es un pobre perrito faldero. Pero él siempre agacha la cabeza, y nunca dice nada. ¿Qué va a decir? Si es una persona tranquila. Jamás se ofende. Siempre perdona.
Cuando termina el día, casi a medianoche, vuelve a su casa.
Descubre que las tazas del desayuno siguen en la pileta de la cocina, sucias. Entonces busca a la persona que no las lavó. "Hija de puta". Vuelan las hojas, vuelan los golpes, las tazas se rompen, y hasta la puerta queda media rota, en el intento de huida.

A la mañana siguiente, el hombre se levanta y se mira al espejo. No hay nada en su cara diferente de otros días. Él es un tipo normal. Trabaja, le gusta leer, y alguno que otro programa de televisión.
Pasa por encima el cuerpo tendido en el medio del living, y le dice que no se olvide de barrer la cerámica rota de las tazas. ¿Qué más va a decir? Si es una persona tranquila. Jamás se ofende.
Nunca perdona.

Tu mundo, el mío.
Una sola existencia.
Y esto es tan ilógico como probable.

Imágenes acústicas

El recuerdo se compone de algo más que una simple imagen, no es un video en movimiento y silencioso. Pero nunca nos damos cuenta. Sólo cuando sentimos el aroma a tierra mojada recordamos algo vivido años atrás, donde la tierra y la lluvia formaban parte de la situación. Y no antes.
Esos recuerdos, profundos, donde alguna sensación funciona como disparador, son los más hermosos y los más nostálgicos. Una daga invisible se clava en el corazón.

Hoy recordé algo. No fue algo en específico, fue toda una etapa de mi vida.
El cielo estaba oscuro y no se veía ninguna estrella. Un viento leve hacía soportable el calor. Se sentía el olor del pasto, de las flores. Había mucha gente, riendo, festejando.
Quise volver a ser una niña, correr entre la gente, jugando, sentir la brisa en el cuerpo y dar vueltas hasta que todo se convirtiera en un remolino de colores.
Pero esos tiempos jamás volverán.

Sesenta noches y cero días

Ya son sesenta las noches en las que te sueño. 
Esas noches estás conmigo, a mi lado, y eso es lo más maravilloso del mundo. ¡Cómo me gustaría que puedas acompañarme de esa forma en el mundo real! 
Pero en el mundo real no estás, de tu mundo y el mío no queda nada más que un poco de humo, un puñado de fantasías.
Muchas mañanas no me quiero despertar, gana más el deseo de volver a verte, vivo, aunque sea en otro mundo, en una realidad inventada.
¿Es mi cerebro el que te crea, o sos vos el que vuelve, de alguna manera, a mi lado? ¿Qué significan esos abrazos tan reales por las noches, pero que al amanecer se esfuman?

Ya no puedo abrazarte. Ya no puedo verte, ni hablarte, y es en vano buscarte. Se forma un nudo en la garganta cuando veo mis manos vacías.
Sólo me queda un pequeño consuelo al saber que, la próxima vez que cierre los ojos, vas a estar conmigo.

#Mariposas

Son mías, son como mis hijas.
No me las tragué: nacieron de mí y en mi interior se quedaron.
Son revoltosas mis mariposas; no importa la hora del día, ellas bailan y corren y gritan. Pero no lo hacen siempre. 
Cuando no están volando a velocidad de vértigo en mi interior, caen en un sueño profundo, y durante mucho tiempo no las siento.
Alguna despistada, alguna vez, mueve perezosamente un ala, y se van volviendo grises.
Hasta que creen que llegó la primavera, y despiertan.

#Baúl de los recuerdos 2

...Sacó una gran caja del armario, y sentándose en la cama, la abrió.
Adentro, había de todo: 
cartas viejas, infinidad de cartas,
plumas de diversos tamaños y colores,
fotos en el campo,
pasajes de los últimos tres años,
flores (ya secas) que nunca se había animado a tirar,
envoltorios de chocolates
excéntricos cordones de zapatillas,
auriculares rotos,
dibujos que le habían regalado,
invitaciones a eventos,
programas de teatro,
caracoles,
papelitos con anotaciones sueltas,
llaveros que ya no usaba,
pañuelos de colores,
recuerdos de fiestas,
lápices,
pulseras de tela,
cucharitas de plástico, de las heladerías,
avisos,
escarapelas,
etiquetas de cerveza,
un mazo de cartas muy incompleto,
cintas y broches.
Estuvo horas sacando todos los objetos, recordando el dónde, por qué, cómo, cuándo, para qué de cada uno; leyendo las cartas, casi todas incoherentes, refiriéndose a hechos olvidados de cinco y seis años atrás, totalmente inútiles, totalmente inocentes, totalmente hermosos.

Y cuando hubo terminado, se dio cuenta.
Años, años de recuerdos, viajes, juegos, actividades, encuentros, risas, aventuras.
Él no estuvo en ninguna.

#Crash...

...hace un día el alma, y ya no hay vuelta atrás. Las partes que la vida quiebra, rompe, destroza, no vuelven jamás. Con el tiempo, son reemplazadas.
Cuando se tienen muchos "crash" en una sola vida, la persona pierde su identidad. ¿Por qué? Porque todo eso que se era, los recuerdos, las luchas, las ambiciones, las alegrías, las tristezas, todo eso se va cuando una parte del alma se quiebra. Y pasa un tiempo neutro, en el que nada sucede, pero después volvemos a empezar. Nuevos recuerdos, nuevas metas, nuevas vidas. 
Pero pasa lo de siempre: otra vez ese crash.
Dicen los que saben que no podés avanzar hacia el futuro si no sos consciente de tu pasado. Pero el pasado se pierde, los orígenes se olvidan, y las personas quedan flotando, a la deriva.
Una vez tuve un crash tan, tan grande, tan fuerte, que perdí muchos recuerdos. Muchísimos. Tengo una amnesia que no se va. Y lo más importante: perdí los recuerdos que tenía de una persona. Me olvidé completamente de su existencia, de su nombre, de su todo. Cuando volví a verlo, cuando me dijo quién era, qué habíamos pasado juntos, cuando recién entrábamos a este mundo y abríamos los ojos, sentí como si volviera de un largo viaje. Y me di cuenta de que era otro.
Y de que yo, inevitablemente, también era otra.
Y así fue como, algo que era tan posible, se volvió imposible.

#Utopía.

Alza la mirada al Cielo y sus pupilas se empapan de estrellas. Aún queda en su interior algo del niño que supo ser. Lo miro de lejos mientras intento recordar cosas que no viví. Fantaseo con su esencia, ¿cuál será su sabor? Él debe tener gusto a noche cerrada, al pasto lleno de rocío, a infancia confusa. Debe de oler a miedo, por lo desconocido, por tener que vivir una vida normal, y a lluvia con truenos.
Él debe sentirse como una hoja seca cayendo suavemente del árbol hasta el suelo, siendo llevada por vientos musicales.
¿Cómo será su sonido? Seguro debe sonar como chicharras cantando en un patio abandonado, lleno de verde, sombras y secretos que sólo a una hora de siesta se pueden revelar. 
Debe ser... como un misterio saliendo a la luz.

Algo me dice que te estás despertando. Bienvenido. Te estoy esperando.

# Abajo


Estás mirando el atardecer. En tu mano, un mensaje, simple, que se repite constantemente en tu mente. Y nadie sabe lo que yo sé. Que esa simple oración es motivo de tus desvelos, que esa pregunta ronda por tu mente y causa que estés tardes enteras con la mente en blanco.
Ésa es la clave: la mente en blanco, no pensar. Y aunque te rías, aunque bailes, aunque estés con tus amigos discutiendo algo muy filosóficamente, igual queda un espacio en tu mente que no piensa, un espacio vacío, que se llena cuando vuelve a vos esa pregunta y entonces ronda por esa parte en blanco y la repetís internamente y no te deja dormir.
Sabés que el olvido no existe. Que la mente es traicionera y aunque pienses que enterraste algo o a alguien, siempre vuelve a la superficie. No, no existe el olvido. Simplemente existe la importancia que se le da a las cosas.
Y es eso lo que te lastima, saber que ya no sos importante, que la vida sigue pasando y aunque te levantes cada mañana y salgas al mundo, aunque sepas que ya no querés, ni amás, que a lo mejor nunca lo hiciste, duele pensar que alguien más está ahí, cerca o quizá lejos, y que ya no te piensa, ni te siente, ni te añora. No, el mensaje es verdadero. Pero parece que no.
Estás mirando el atardecer. El cigarrillo se consume solo, vos no le prestás atención, ni a eso ni a nada. Tu mente vuelve a ser un papel en blanco, sin márgenes, ni fecha, ni tiempo, ni nada.
Sólo añorás algo que nunca llegaste a conocer del todo.


“¿Cómo me voy a olvidar de vos?”

#Crónicas desde las sierras

Jueves 10 de enero de 2013
El jeep avanza por un camino pedregoso. Encima de nuestras cabezas, el Sol de las dos de la tarde invita a una gran aventura.
En los cerros no entra la tecnología. No te permiten lujos ni modas. Sólo un bastón como la más preciada posesión.
"El camino que recorrerán ahora se asemeja mucho al de sus vidas. De cómo suban o bajen, así se toman su existencia" nos había dicho el guía, un hombre mezcla de chamán y adivino, brujo de la tribu y guía espiritual. 
Esta tierra era sagrada para nuestros hermanos los comechingones. Cómo no serlo, pienso, de sagrado este lugar tiene todo: para donde miro se ve el amor de la Pachamama, rocas y flores se abrazan y conviven, los pastos que tanto nos ayudaban cuando el camino se ponía difícil bailaban al compás del viento.
Cuando estamos por llegar a nuestro destino, la cima del Cerro Colchiqui (o Charalqueta), el guía nos señala un punto en medio de los cerros. Nos cuenta que ahí se había escondido un gran grupo de comechingones cuando los españoles llegaron a estos lugares. Éstos últimos vieron cuando los alcanzaron, asombrados, cómo hombres, mujeres y niños se tiraban al vacío.
"Es que no querían ser más esclavos de los españoles, ni decirles dónde estaba el oro, por el que los torturaban. Ellos no se mataron; no hicieron como los suicidas de hoy, que terminan su vida porque seres oscuros los rodean: sólo se liberaron de su cuerpo, lo ofrendaron a la tierra de la que nacieron, y sus almas emprendieron el vuelo junto a los cóndores."
Una vez arriba, en la cima, mientras cantamos y hacemos una especie de adoración al Tata Inti, miro el vacío: vacío que no es vacío, porque hay vida en todos lados, que me llama, que me invita, como a nuestros antepasados, a abrir mis alas y volar. Y pienso, mientras me acarician los cuatro vientos, que me hubiera gustado ser comechingona, ser parte de algo donde no existe el "yo" sino el "nosotros". Que este lugar donde no existen horizontes me viera crecer, escalando y adorando al Sol y a la Madre Tierra. Me hubiera gustado defender este paraíso de los españoles, y al fin entregarme al vuelo mientras la cáscara de mi cuerpo vuelve de donde salió. Y haber sido leve.