Fata


Fata no es un hada, como dirían los italianos; existe, y es uno de los más tiernos recuerdos de mi infancia.
Hace años, añares, que nuestras madres se juntaban después de la escuela, iban a los mismos lugares que nosotras, y eran amigas de los padres de nuestros amigos. Algún día de sus vidas, habrán jurado que serían como hermanas para siempre. Algunas décadas más tarde, nacimos nosotras.
Mi memoria está colmada de Fata. Viajar adonde ella vivía era considerado un premio y una muy importante distinción, porque con ella se vivían aventuras a lo mejor comunes e infantiles, pero que tomaban todo un significado por ser con ella.
Con Fata nadábamos y nos reíamos, comíamos una bolsa entera de mandarinas nosotras solas, 20 chocolates una tarde de invierno y casi lloramos viendo fuegos artificiales, una vez.
Y mientras yo crecía a veces llorando, a veces riendo, ella se elevaba como una planta mágica, y crecía toda ella y su alma y sus ideas.
Ahora Fata es un completo gigante, un monstruo y una princesa. Ella ve al mundo sin darle mucha importancia y lo patea lejos o lo pasa por encima cuando se aburre. Tiene encanto, puede ser una nena y después toda una adulta y luego comportarse como si nada, porque ningún estilo la define, porque es una mezcla de ideologías y pensamientos que devora a los seres humanos transformándolos, haciendo que esas ganas de ser, reprimidas por el comportamiento colectivo, salgan a la luz.
Pero a veces Fata se olvida, se olvida de que es Fata. Entonces cae, y se deja guiar, sin rumbo, por gente con máscaras. A veces se enfurece, y todo el mundo se entera, todos giran la cabeza para mirar a ese pobre diablo que intentó arruinarle la vida aunque sea un poquito, y se ríen, humillándolo aún más. 
Fata no debe caerse, nadie debe dejar jamás que se caiga, porque luego se levanta. Y al levantarse de esa caída crece cinco metros más, tiene más fuego en sus ojos, más decisión y más determinación por vivir la vida y pasar por encima a todos los idiotas que siempre estuvieron y siempre estarán.
Fata es hermosa y dulce. Fata dibuja y tiene opiniones fuertes y maduras. 
Fata es mi prima. A veces perdemos contacto, ella rueda por su lado del mundo y yo por el mío, pero como acá ninguna línea es totalmente derecha y recta, cada tanto nos volvemos a cruzar. 
Quizá ya no podamos conquistar el mundo con cáscaras de mandarina y golosinas. Pero podemos conquistar nuestros propios corazones.

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