# El Gran Mago

El telón se abrió y el Mago se encaminó hacia el borde del escenario entre un montón de humo. Ni siquiera desde la primera fila se podían ver sus ojos. Con su voz potente, empezó su espectáculo: "Buenas noches, Damas y Caballeros...".
La Joven de la primera fila repetía, mentalmente, todo lo que el Gran Mago decía. Desde que lo había descubierto, uno o dos años atrás, hizo lo posible para no perderse ni una sola de sus presentaciones. Lo fascinaba. Conocía sus reacciones, sabía de memoria sus agradecimientos a los aplausos del público, cómo usaba sus tácticas de encantamiento para que todos se quedaran maravillados ante sus trucos, y suspiraran o exclamaran. Lo sabía todo.
La única razón por la que no dejaba de asistir a esos encuentros mágicos, entre un grupo reducido de personas y la poca luz, teñida de rojo por el telón y las butacas, era que siempre le encontraba algo nuevo. Siempre tenía un gesto, una risa, alguna forma nueva de mover las manos a la hora de realizar los trucos. La Joven sabía, que esas formas de comportarse que pasaban desapercibidas ante los demás, formaban parte de su verdadero ser. De cómo era el Gran Mago en realidad. Que al subirse al escenario, él era el Mago, aquél al que todos amaban, pedían, necesitaban para salir por un momento de sus vidas; pero ése no era en realidad. El Gran Mago y la Persona que lo encarnaba, eran dos personas distintas.
Ella conocía esa persona que se le ponía adelante y realizaba trucos de magia a la perfección. Ahora, quería descubrir a la otra. ¿Quién será el Muchacho detrás del gran Ilusionista? ¿Amará, odiará? ¿Es una persona feliz, o triste? 
Detrás de la Máscara, que le confería un aire misterioso y de resguardo, hay una persona. No sabemos quién es, ni cómo es, hasta que decida por sí mismo retirarla y mostrarse al Mundo con su verdadera apariencia, con su verdadero Ser.
Unas filas más atrás, otro Muchacho observaba al Gran Mago y no se perdía ni un detalle. No podía creer que ante sus ojos, que ese hombre que tanto quiso mostrarse delante de él, que le contó sus secretos, que tantas fallidas veces quiso abrirse delante de él, ahora estuviera sobre un escenario, con una máscara, una voz que no parecía la suya y una confianza increíble. Lo desconocía. 


Sufre la Joven Enamorada porque nunca podrá descubrir su verdadera identidad.
Sufre el Muchacho Desencantado porque sabe que el hombre que existe detrás, no volverá a aparecer.


Una noche por semana, o cada dos semanas, un ser humano que no conocemos se pone máscara, capa, y se sube a un escenario común, pero que él vuelve mágico. Realiza trucos, maravilla al Mundo entero, entra en absolutamente todos los ojos y corazones de las personas que lo observan, sin dejar que nadie penetre el suyo, sin revelar su auténtica mirada. A veces, como al descuido, deja caer pequeñas partes de sí, que sólo un par de ojos entre tantos puede descubrir. 
Cuando el espectáculo termina nos paramos a aplaudir, gritamos, saltamos, luego nos ponemos nuestros abrigos y nos vamos. Ninguno de nosotros se da cuenta de que una Joven y un Muchacho no se mueven de sus asientos, ni se dan cuenta de la existencia del otro: sólo tienen ojos para el Gran Mago.
El Gran Mago gira hacia ellos su máscara con ojos que miran y no ven. Hace una reverencia, levanta los brazos y deja escapar un temblor leve pero incontrolable: el Miedo. Después, desaparece entre humo mientras se cierra el telón, para dejar sumidos a sus extraños amantes en una nube de sombras rojizas, tristeza y silencio.


Totuvert.~ (19/05/2012)
"Nada fue catastrófico ni sublime;
nada fue tanto,
nada fue tan poco:
es sólo que, al final,
lo más importante que me ha pasado, 
no pasó."