Analogía/2

(Fragmento de mi libro Verde Manzana)

Me miro y no me reconozco. Esos ojos ya no tienen el brillo de hace unos años. Ese pequeño lugar en mi alma, donde guardaba todos mis sueños y esperanzas, ha desaparecido. Hace mucho tiempo, yo era otra. Mis sueños estaban totalmente nuevos e, inocentes, esperaban un destino que jamás habría de cumplirse. 
Jamás voy a olvidar esas mañanas de Sol, esas risas estridentes, esos aromas y canciones que van a estar por siempre en mi corazón. Aunque pese llevarlas.
Cuando niña, el Sol brillaba y despertaba a la mañana. Y era él el que me acompañaba hasta en el más duro invierno. Después, fue quemando un poco más, y comenzé a vivir en un mediodía demasiado alegre.
El inicio de la secundaria formó mi siesta; y me acompañaron personas a las que, si bien ya no están en mi vida, les debo todo lo que soy. 
De a poco, las conversaciones se volvieron más serias, los pensamientos se fueron enturbiando, las miradas se hicieron feroces. Al mismo tiempo, los nuevos amigos y los nuevos lugares tenían toda la tranquilidad posible. Adquirí un poder, uno que me rehúso a usar.
Me solté a la tarde. Hoy, vivo mi eclipse. Ese mundo tan extraño que me llenó tanto de dudas parece, por ahora, ir por buen camino.
Estoy a punto de tener todo eso por lo que siempre luché. Y estoy a punto de rechazarlo.
Porque en la complejidad de los cambios me olvidé de mi alma profunda y me mezclé con la superficialidad de la gente. Tengo una meta, puedo seguirla, pero ya no tengo adónde correr y esconderme. 
Se me viene encima el anochecer. Esa juventud estrellada con sabor a música y a cultura.
El camino se está haciendo solo. Son nuestras pequeñas decisiones las que lo afectan. Hasta el renacer de un nuevo día, el que vendrá con las próximas generaciones, estamos en un juego. Que no se terminará a menos que se sepa pisar fuerte.

Cuando cierre los ojos para siempre, quiero hacerlo feliz…

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