Qué extraño poder logra el tacto, como si una vez que los cuerpos se han hablado, el encuentro de la mente es otro, nunca más retoma el cauce anterior, a aquel momento exacto y preciso, al previo en que la respiración latió. Un tipo determinado de sospecha desaparece y lo reemplaza una inapropiada posesión, un desvío incalculado. Su boca era definitivamente otra.

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